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La política como negocio 

El 2026, será un año electoral para el Perú donde habrá elecciones presidenciales, regionales y municipales, con miles de candidatos que competirán por un cargo y 43 agrupaciones políticas intentando obtener un pedazo del poder. Pero detrás del rito democrático se esconde una realidad: la política, en nuestro país, ha dejado de ser un proyecto colectivo e ideológico y se ha transformado en un negocio rentable. ¡La política como negocio!

Charles de Gaulle, ese viejo zorro de la política francesa, decía con ironía que “para convertirse en el amo, el político se hace pasar por sirviente”. En el Perú, muchos ni siquiera se toman la molestia de disimular. La proliferación de partidos políticos, 43 inscritos de los cuales 30 habrían presentado firmas falsas, revela el rostro de una crisis de fondo: la política como negocio. 

Lo que alguna vez fueron organizaciones con ideología, bases militantes y vocación de largo plazo, hoy se han convertido en negocios electorales. Algunas nacen solo para las elecciones; otras, para cumplir favores o lavar reputaciones. Y todas, o casi todas, se aprovechan de un sistema que subsidia su existencia sin exigirles rendición de cuentas. Basta recordar las más de cinco mil firmas presuntamente falsas vinculadas al partido de Martín Vizcarra para ilustrar el descaro con que se maneja la política actual. 

¿Y el ciudadano? Es un espectador distraído mientras trabaja por su propia cuenta, consume política como entretenimiento en redes sociales, sin capacidad para discernir entre lo auténtico y oportunista. En ese ecosistema fragmentado, los políticos improvisados venden promesas a medida, al mejor estilo de un catálogo de temporada. 

El Estado, por su parte, no ha hecho más que ampliar el pastel. Hoy, un cargo público es también una puerta a jugosos presupuestos regionales o municipales. La tentación de postular no está motivada por la vocación de servicio, sino por la oportunidad de acceder a un botín administrado con escasa vigilancia. Como todo buen negocio, lo importante es estar en el momento justo, con la oferta adecuada, mientras el cliente, el votante, sigue distraído. 

Los peruanos tienen doble desafío. Por un lado, urge una reforma política que exija verdaderas credenciales democráticas para los partidos. Por otro, necesitamos ciudadanos más críticos, más informados y menos conformes con la política del mínimo esfuerzo. Porque si seguimos tratando la política como una tienda de conveniencia, no nos quejemos si los que llegan al poder actúan como dueños del negocio.

Domingo, 4 de mayo del 2025
Diario Correo

Los jóvenes quieren ir rápido

Los jóvenes quieren ir rápido 

Jorge Bergoglio, mejor conocido como el Papa Francisco, fue más que un líder religioso: fue un puente humano en un mundo cada vez más dividido. El primer Papa latinoamericano, el hombre que logró conmover al catolicismo con su sencillez y su capacidad de hablar al corazón, ya descansa en paz a los 89 años. Su legado no solo queda en la historia eclesiástica, sino también en las innumerables enseñanzas que dejó a una humanidad sedienta de empatía, solidaridad y sentido de comunidad. ¡Los jóvenes quieren ir rápido!

En su visita al Perú en 2018 —una presencia breve, pero simbólica—, dejó un mensaje que me marcó de manera especial: «Los jóvenes quieren ir rápido, pero los viejos conocen el camino.» Una frase sencilla en su forma, pero monumental en su significado. Vivimos en una época donde la inmediatez es el motor de las nuevas generaciones, donde la velocidad parece ser más importante que el rumbo, y donde la voz de los mayores a menudo es ignorada en favor de soluciones superficiales. 

Francisco entendió que el mundo moderno no solo sufre de crisis políticas o económicas, sino también de una crisis profunda de sentido y de vínculos. En medio de sociedades donde la violencia crece —como la nuestra, donde por un celular se puede arrebatar una vida— y donde la desintegración familiar ya no genera escándalo sino resignación, su llamado a reconstruir la familia como núcleo de afecto y educación fue una voz necesaria, aunque a veces incómoda. 

Cristo, recordaba Francisco, también fue un gran revolucionario. Y en ese espíritu, él mismo asumió su papado como un acto de revolución tranquila, devolviendo a la Iglesia el rostro humilde que muchos habían olvidado. Su vida de austeridad en un entorno de esplendor quizás no fue un gesto de marketing; fue coherencia. 

Hoy, que Francisco ya no está, queda preguntarnos si como sociedad seremos capaces de valorar la experiencia que tanto despreciamos. Si seremos capaces de entender que, para no perdernos en los laberintos de la desesperanza y la violencia, necesitamos mirar a los viejos que saben del camino a recorrer. 

Descansa en paz, Francisco. Tu voz sigue siendo faro para quienes aún creemos que hay caminos que valen la pena ser recorridos… aunque haya que aprender a caminar más despacio y a veces con vacíos.

Domingo, 27 de abril del 2025
Diario Correo

Asilo Político de Nadine Heredia

Asilo político de Nadine Heredia   

La reciente sentencia contra el expresidente Ollanta Humala y su esposa, Nadine Heredia, por lavado de activos ha revivido una vieja discusión: ¿se aplica la ley de igual manera para todos, o depende del apellido, la narrativa mediática o el aliado internacional de turno? ¡Asilo político de Nadine Heredia!   

Mientras Humala se presentó ante la justicia peruana para oir la sentencia previa de 15 años de prisión efectiva, su esposa optó por solicitar asilo político: ingresó a la Embajada de Brasil y le fue concedida. El argumento fue el mismo que muchos políticos apelan en otras ocasiones: persecución política. Lo que sorprendió no fue la petición en sí, sino la velocidad con la que fue concedida por el gobierno brasileño y la diligencia con la que el Ejecutivo peruano le otorgó el salvoconducto. En cuestión de horas, Nadine Heredia estaba fuera del país. 

Esto no hace más que reforzar una percepción peligrosa entre la ciudadanía: que la ley se dobla según el poder político o económico. No olvidemos que las leyes son ejecutadas por jueces y fiscales, humanos con convicciones, pero también con emociones, ideologías e intereses. Cuando se judicializa la política o se politiza la justicia, todo queda atrapado en un terreno pantanoso. 

La paradoja es evidente. Años atrás, cuando Alan García pidió asilo en la embajada de Uruguay, gran parte del establishment político, artistas y periodistas se movilizaron para evitar que lo consiga. Hoy, algunos de esos mismos personajes callan respecto al asilo de Nadine Heredia. ¿La diferencia? El personaje. El color político. El contexto. La conveniencia. 

¿Acaso no deberíamos exigir la misma vara para todos? El mensaje que se lanza es devastador para la institucionalidad: si eres poderoso y tienes aliados internacionales, puedes zafar de la justicia. Si no, prepárate para la cárcel. 

Quizás el caso de Nadine Heredia no sea un simple episodio judicial, sino un síntoma más de una enfermedad crónica: la falta de coherencia moral y política en el Perú. Porque aquí, la justicia parece ser implacable con los débiles sin poder político, pero sumamente flexible con los astutos. ¡Asilo político de Nadine Heredia!   

Domingo, 20 de abril del 2025

El voto de castigo

El voto de castigo 

En el Perú, la lógica del voto muchas veces se aleja de la racionalidad técnica y se acerca más al terreno de las emociones. No se trata únicamente de elegir al más preparado, sino de castigar con el voto a quienes representan, para una mayoría olvidada, un sistema que nunca los incluyó del todo. ¡El voto de castigo!

El triunfo de Pedro Castillo y Dina Boluarte en 2021 fue, antes que un respaldo a un plan de gobierno, una expresión del hartazgo. Castillo no ganó por ser un brillante estratega ni por contar con un equipo técnico de primer nivel. Ganó porque, para miles de peruanos, era el rostro que más se alejaba de la élite limeña y del político tradicional. Su victoria fue un grito colectivo de quienes sentían que, durante décadas, las promesas del desarrollo solo se habían cumplido en la capital y algunas zonas costeras. 

Castillo llegó al poder sin saber qué hacer con su gobierno. Boluarte, que hoy ocupa la presidencia, tampoco ha demostrado tener la capacidad para enfrentar los problemas urgentes del país. La inseguridad ciudadana, por ejemplo, sigue escalando, mientras el gobierno parece paralizado. Las protestas sociales, como la reciente paralización del transporte en Lima, son una muestra clara del descontento generalizado. 

Y es que el resentimiento político —ese sentimiento profundo que nace del abandono histórico y la exclusión— no se disuelve con discursos tecnocráticos ni con reformas maquilladas. Desde Pasco (65%), Huánuco (67%), Junín (58%), Huancavelica (84%), Ayacucho (82%), Arequipa (64%), Apurímac (81%), Cuzco (83%), Puno (89%) hasta Tacna (72%), el voto masivo por Perú Libre fue una respuesta al olvido, una especie de revancha simbólica contra un sistema que siempre miró de lejos a los peruanos del centro y sur andino.  

El elector no vota solo por ideas, vota por emociones. Y en muchas regiones del Perú, el voto ha sido una forma de gritar «¡basta!». No es un apoyo ciego a una ideología o candidato, sino una expresión de rechazo a todo lo que ese candidato no representa: centralismo, exclusión, desigualdad. Es un voto de castigo. 

En un país tan desigual como el nuestro, mientras no se cierren las brechas económicas y sociales, el resentimiento político seguirá marcando la agenda electoral. No se trata solo de poner a los mejores técnicos en el poder. Se trata de construir un Estado que haga sentir a todos los peruanos parte del mismo proyecto nacional.

Domingo, 13 de abril del 2025