El músculo político de Dina Boluarte

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La presidenta Dina Boluarte tiene un récord que ningún mandatario desearía tener los niveles de desaprobación tan altos que, en algunas regiones, podrían tener cero por ciento, si se considera los márgenes de error. Y, a pesar de todo, continua al frente del poder Ejecutivo. En un país donde el entusiasmo político se evapora más rápido que una promesa de campaña, su permanencia resulta todo un análisis político.

¿Cómo se explica que una presidenta tan impopular, con cinco denuncias constitucionales, sin partido político y sin bancada parlamentaria, continúe en funciones? Hay varias respuestas, por ahora, me referiré a una de ellas: el músculo político. Si no tienes musculo político o una organización política, puedes remplazarla por acuerdos pragmáticos y alianzas pasajeras con parlamentarios que apuestan más por la supervivencia política y económica en lugar de una visión de país.

Diana Boluarte llegó a gobernar sin una estructura propia ya que formó parte de una fórmula presidencial que hoy apenas es un recuerdo incómodo. En medio del terreno tenebroso de la política, ha logrado sostenerse gracias a pactos con partidos que encontraron en el Ejecutivo una fuente de influencia política, cargos o poder momentáneo. Sin embargo, gobernar así, sin base popular ni respaldo orgánico, es como caminar al borde de un abismo político.

El músculo político no se improvisa. Se construye con estructura partidaria, presencia territorial, liderazgo claro y, sobre todo, conexión con la ciudadanía. No se trata solo de tener escaños en el Congreso, sino de generar una red de apoyo social capaz de sostener decisiones impopulares, impulsar reformas y resistir embates mediáticos. Eso, justamente, es lo que falta al actual gobierno.

Gobernar no es solo ostentar el cargo, implica tener músculo político o fuerza para ejercer con legitimidad. Y, en democracia, esa fuerza no proviene de acuerdos debajo de la mesa, sino del respaldo ciudadano y de una organización que permita proyectar estabilidad. El Perú, necesita líderes con músculo político real. No figuras solitarias que se aferran al poder a toda costa, sino líderes que puedan movilizar, inspirar y reconstruir las grietas entre el Estado y la población.

Domingo, 18 de mayo del 2025
Diario Correo

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