Winston Churchill es recordado como el gran líder británico que enfrentó con firmeza a la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, su historia política encierra una paradoja que pocos olvidan: en 1945, apenas culminado el conflicto bélico y a pesar de su papel protagónico en la victoria aliada, Churchill perdió las elecciones para primer ministro del cual fue desalojado del cargo más importante. ¡Churchill, Petro y la tentación de guerra!
La lección política que dejó es clara: la guerra no garantiza votos o triunfo electoral. Aunque algunos líderes se esfuercen en enarbolar banderas patrióticas en momentos de tensión, el cálculo político que busca explotar el estado emocional de la gente rara vez produce beneficios en el tiempo. El patriotismo populista de ocasión, cuando es percibido como una maniobra, suele tener corta vida.
Hoy, en pleno siglo XXI, vemos intentos similares. El presidente colombiano, Gustavo Petro, recurrió recientemente a un discurso populista de defensa soberana que, para algunos analistas, es más un intento de desviar la atención de las protestas ciudadanas que enfrenta su gobierno al nivel de desaprobación. Sin embargo, en tiempos de redes sociales, donde la ciudadanía no solo recibe información sino que también se vuelve emisor, las viejas consignas patrioteras llegan como consigna debilitada. El agenda setting, esa capacidad de enmarcar la conversación pública entra en duda cuando el público puede cuestionar todo lo que hacen y deja de hacerlos políticos.
Las guerras y las tensiones diplomáticas activan emociones en la población. Pero, como toda espuma emocional, lo que sube rápido baja tarde o temprano. Cuando el contexto se enfría, las prioridades vuelven a su cauce normal y temas como la economía, seguridad ciudadana, empleo, salud o educación se ponen en agenda política. Tal vez esa fue la razón por la que el electorado británico, agradecido, pero con muchas dudas y pragmatismo, decidió no ratificar a Churchill. Al final, comprendieron que, más allá de las victorias militares, la guerra deja un saldo inevitable de destrucción social y económica en el inconsciente colectivo.
La historia se repite para quienes olviden rápido, jamás los tambores de guerra pueden sustituir las demandas sociales y preocupaciones de la gente. Y, como lección política de Churchill, por más trascendental que sea la batalla política, la opinión final a favor o en contra lo dará la opinión pública. ¡Churchill, Petro y la tentación de guerra!
Domingo, 10 de agosto del 2025
Diario Correo
¿Y si Dina Boluarte tenía razón?
Gracias por compartir