Martín Vizcarra volvió a dar titulares de prensa. Esta vez fuera de prisión, otra vez con el proceso judicial que le respira en la nuca, pero también continua su popularidad que sorprende en redes sociales. En el Perú, donde los expresidentes terminan en el banquillo de los acusados, el hecho de que Vizcarra aún mantenga popularidad llama la atención de su fórmula política. ¡El eterno rechazo a los políticos!
¿Qué explica su popularidad? No se trata de un balance racional de logros o fracasos de su gobierno. Una posible explicación es que existe un sentimiento mucho más profundo: el rechazo a los políticos. Vizcarra, al igual que otros personajes en América Latina, se alimenta de ese hartazgo ciudadano que convierte a cualquier figura en contra del sistema en un símbolo de resistencia.
Javier Milei en Argentina o Pedro Castillo en el Perú fueron encumbrados por el mismo combustible: el eterno rechazo a los políticos tradicionales. El problema aparece cuando estos líderes llegan al poder. El ciudadano que los eligió para “sacar a los mismos de siempre” descubre pronto que gobernar no es destruir, sino pactar, negociar y hasta dialogar con los viejos adversarios. Ahí es cuando el desencanto vuelve a un círculo vicioso.
La gran pregunta es si este rechazo será eterno. En democracias más institucionalizadas, como la norteamericana existe una clase política que se forma para ser políticos. En cambio, en Perú seguimos atrapados en la lógica del “todos son corruptos”, lo que abre espacio a improvisados que ven en el poder una oportunidad de negocio.
Cada campaña electoral trae consigo la aparición de nuevos rostros que descubren la política y prometen cambio. La experiencia, sin embargo, demuestra que muchos terminan en los mismos vicios que criticaban. ¿Lo dudan? Basta mirar a varios congresistas, alcaldes o regidores actuales para corroborar.
El Perú necesita políticos con formación. No mesías improvisados ni aventureros en busca de contratos de obras públicas, sino líderes capaces de construir consensos y planificar a largo plazo. Mientras continuamos con el voto solo para castigar, estaremos condenados a vivir entre la desilusión y el eterno rechazo a los políticos.
Domingo, 7 de setiembre del 2025
Diario Correo
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