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¿Imperialismo yanqui? Lecciones de Haya de la Torre

A casi un siglo de la publicación de El Antimperialismo y el APRA (1928), la obra de Víctor Raúl Haya de la Torre parece cobrar una vigencia histórica. El líder aprista denunciaba los mecanismos económicos y políticos del imperialismo norteamericano, advirtiendo cómo, bajo el velo del progreso, se gestaban nuevas formas de dominación. Hoy, a las puertas del centenario de aquel manifiesto político, el fantasma del “imperialismo yanqui” vuelve a tomar cuerpo, esta vez en la figura de Donald Trump y sus políticas proteccionistas. ¡Imperialismo yanqui!

Con la imposición de un arancel universal mínimo del 10% a todo producto que ingrese a territorio estadounidense, Trump ha declarado una guerra comercial al mundo. Esta medida, lejos de ser una política aislada, responde a una lógica de poder que busca redibujar el mapa económico mundial a favor de los intereses norteamericanos, incluso si eso implica el sacrificio de economías emergentes como la peruana.

Al imponer aranceles a todas las importaciones. El objetivo de Trump es claro: reindustrializar Estados Unidos y debilitar la influencia económica de China y otros competidores. Un arancel universal de esta magnitud impactará directamente a los precios de productos que se exportan y a la inversión en países que dependen del comercio exterior. Para el Perú, que exporta materias primas y productos agrícolas hacia Estados Unidos, los efectos podrían ser directos.

Haya lo decía con claridad: el imperialismo no llega con fusiles, sino con espejismos. Promete desarrollo e inversión. Y al principio, cumple. Pero lo que parece una alianza, pronto se revela como subordinación. En sus propias palabras, “El imperialismo atacará, directa o indirectamente, pero atacará”.

La pregunta es volvió el imperialismo o nunca se fue y si estamos preparados para enfrentarlo. Tal vez la mejor manera de rendir homenaje a Haya de la Torre, a cien años de su manifiesto, no sea solo recordarlo, sino actualizar su espíritu crítico en un mundo que, aunque más complejo, sigue marcado por los mismos desequilibrios. Porque mientras el imperialismo se reinventa, nuestra respuesta no puede seguir siendo el silencio o la resignación.

Domingo, 6 de abril del 2025

Show político: banalidad y poder

Mario Vargas Llosa advertía en La civilización del espectáculo sobre un fenómeno alarmante: la política se ha convertido en un circo mediático donde los escándalos y la vida privada de los políticos pesan más que sus ideas o planes de gobierno. En esta era de la inmediatez informativa en redes sociales, se prioriza el morbo y la polémica sobre la discusión de políticas públicas, lo que ha generado un electorado más preocupado por el show político que por el futuro de su país. ¡Show político: banalidad y poder!

El problema radica en que la ciudadanía se involucra con la política solo a pocos días de las elecciones, y muchas veces de manera superficial. La mayoría de votantes no investiga las propuestas ni los antecedentes de los candidatos; en su lugar, consume la imagen que los medios y las redes sociales construyen de ellos. De esta manera, los comicios se convierten en un concurso de popularidad donde el carisma y la capacidad de entretenimiento pesan más que la preparación o la visión de gobierno. La elección de Pedro Castillo es una muestra de lo que ocurrió en Perú.

Durante las campañas, los políticos recurren al show político para conectar con los votantes. Bailan, cantan y protagonizan puestas en escena que, aunque efectivas en términos de comunicación, desvían el foco de la verdadera discusión: cómo resolver los problemas estructurales del país. Y, cuando el espectáculo se convierte en el eje central de la política, las consecuencias son nefastas. Llegan al poder personajes sin la formación o experiencia para gobernar, con resultados desastrosos para la sociedad que los eligió.

La pregunta es inevitable: ¿la responsabilidad recae solo en los políticos o también en quienes los eligen? Una sociedad que se deja seducir por el show político en vez de exigir propuestas concretas y liderazgo efectivo es, en parte, responsable de su destino. La política es un reflejo de la ciudadanía y, mientras el entretenimiento prime sobre el debate serio, seguiremos atrapados en un ciclo donde la mediocridad y la corrupción encuentran terreno fértil. ¡Show político: banalidad y poder!

Domingo, 30 de marzo del 2025

La prensa y el ataque mediático

En la política, culpar a la prensa se ha convertido en una práctica común de quienes enfrentan un alto nivel de rechazo ciudadano. No son pocos los gobernantes que, al ver cuestionada su gestión, denuncian una supuesta conspiración mediática en su contra. Pero, ¿existen realmente los ataques mediáticos o es solo una estrategia de distracción ante la falta de resultados tangibles? ¡La prensa y el ataque mediático!

El caso de Dina Boluarte es un ejemplo. Su gobierno ha logrado estabilidad económica, según sus defensores, pero su nivel de aprobación sigue en picada. Lo mismo ocurre con el Congreso peruano, que arrastra un histórico rechazo de más del 90%. Ante esta situación, la pregunta es inevitable: ¿realmente son las críticas de la prensa las que perjudican su imagen o son sus propias acciones las que los condenan ante la opinión pública?

Es innegable que la prensa, en cualquier país del mundo, tiene una orientación y una agenda. La objetividad absoluta en el periodismo es una quimera, y los medios pueden ser usados como herramientas de presión política. Sin embargo, en la era digital, el impacto de los medios tradicionales ha disminuido considerablemente. Los jóvenes, cada vez más alejados de la televisión y los diarios, se informan a través de redes sociales como TikTok y YouTube, donde los mensajes políticos se diluyen entre tendencias y entretenimiento.

Esto explica por qué en la actualidad los ataques mediáticos ya no determinan el destino de los políticos como en décadas pasadas. Hoy, personajes con un sinfín de denuncias pueden ganar elecciones sin que las revelaciones de la prensa influyan significativamente en el voto. La desconfianza ciudadana también impactó en los medios tradicionales que ha generado una desinformación que favorece a ciertos candidatos, quienes, una vez en el poder, evidencian su verdadera falta de capacidad.

Los gobernantes deben comprender que no basta con ganar elecciones con actos emocionales o simbología populista. Gobernar requiere capacidad, estrategia y equipos competentes. Quienes no cuentan con estas cualidades terminan atrapados en su propio laberinto de justificaciones, culpando a la prensa de sus fracasos en lugar de asumir su responsabilidad. En este juego entre la crítica y la victimización, la gente debe aprender a diferenciar entre la información y la manipulación.

Domingo, 16 de marzo del 2025

Espejismo de los acuerdos políticos

En la política peruana, muchos líderes creen que la simple suma de fuerzas garantiza el triunfo electoral. Sin embargo, la realidad ha demostrado lo contrario. En tiempos donde el electorado se muestra cada vez más independiente de ideologías y doctrinas, los acuerdos políticos pueden terminar siendo más un lastre que una ventaja. ¡Espejismo de los acuerdos políticos!

La victoria de Pedro Castillo sobre Keiko Fujimori en 2021 es un claro ejemplo de este fenómeno. No se trató de una estrategia electoral magistral, sino de un voto de rechazo. Más que elegir un proyecto de país, una parte importante de la ciudadanía votó en contra del status quo. La tendencia actual indica que los electores ya no se sienten obligados a seguir una línea doctrinaria; su voto se ha convertido en un instrumento de castigo más que de convicción.

Los resultados de la primera vuelta de 2021 reflejan esta fragmentación: Castillo obtuvo un escaso 19% de los votos, seguido de Fujimori con 13%, mientras que Rafael López Aliaga y Hernando de Soto obtuvieron un 11% respectivamente. La teoría tradicional sugiere que, en una segunda vuelta, el candidato opositor podría captar los votos de los perdedores, pero en la práctica, esto no ocurre. Al contrario, los acuerdos políticos pueden generar rechazo, alejando a electores desencantados que prefieren abstenerse o votar en blanco antes que apoyar a figuras con las que no se identifican.

Keiko Fujimori es el ejemplo más claro de esta paradoja. A pesar de recibir el respaldo de figuras influyentes como Mario Vargas Llosa, su tercera derrota consecutiva demuestra que la construcción de alianzas con sectores políticos tradicionales no necesariamente garantiza el éxito. En una sociedad que percibe a la «casta política» como un problema, cualquier pacto puede interpretarse como una traición a la voluntad de cambio que claman las masas. El otro ejemplo es la alianza del APRA con el PPC.

En este escenario, los políticos deben comprender que los viejos cálculos aritméticos han quedado obsoletos. Hoy, la política no se trata solo de sumar votos, sino de conectar con un electorado cada vez más desafecto y escéptico. La confianza no se construye con acuerdos de las cupulas, sino con cercanía, coherencia y una renovación real de las formas de hacer política.

Domingo, 9 de marzo del 2025