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El poder, gloria y cárcel en Perú 

En Perú, lograr la presidencia parece una condena que un privilegio. En las últimas décadas, casi todos nuestros expresidentes han terminado en prisión o investigados judicialmente. Algunos políticos y analistas llaman “maldición presidencial” que persigue a los políticos que intentan llegar a Palacio de Gobierno. ¡El poder, gloria y cárcel en Perú!  

La historia nos recuerda que la justicia puede convertirse en un instrumento de revancha, y ser el arma más eficaz para eliminar adversarios políticos. Durante la Revolución Francesa, Danton y Robespierre pasaron de jueces a condenados en la misma guillotina que había decapitado al rey Luis XVI y su esposa María Antonieta. Hitler hizo lo propio en la Alemania nazi, utilizó los juicios sumarios como excusa para deshacerse de sus propios aliados en la “Noche de los cuchillos largos”.  

Nietzsche nos advierte que el resentimiento no busca justicia, sino venganza. Y en el Perú, esa expresión parece encajar perfectamente. Hoy, cuatro expresidentes están prisión: Alejandro Toledo, Ollanta Humala, Pedro Castillo y Martín Vizcarra. Pedro Pablo Kuczynski tiene arresto domiciliario; Alberto Fujimori murió en libertad después de años de cárcel, y Alan García prefirió una salida trágica. Todos ellos alegaron persecución política. 

Sin embargo, ¿fueron perseguidos por sus adversarios o simplemente cayeron en la sensualidad y trampas del poder? La tentación de la corrupción y el olvido de que el poder es efímero parecen ser los verdaderos verdugos de nuestros expresidentes. La justicia llega en la etapa final de una caída que ellos mismos debieron advertir.  

En la política peruana parece que el poder es un escenario donde la gloria dura poco y la caída es inevitable. Si la llamada “maldición presidencial” continua en tendencia, la pregunta es: ¿Cuál será el destino de Dina Boluarte? ¿Será capaz de evitar una eventual percusión política de sus adversarios? El tiempo dictará la sentencia final. ¡El poder, gloria y cárcel en Perú!

Domingo, 20 de agosto del 2025
Diario Correo

Churchill, Petro y la tentación de guerra

Churchill, Petro y la tentación de guerra

Winston Churchill es recordado como el gran líder británico que enfrentó con firmeza a la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, su historia política encierra una paradoja que pocos olvidan: en 1945, apenas culminado el conflicto bélico y a pesar de su papel protagónico en la victoria aliada, Churchill perdió las elecciones para primer ministro del cual fue desalojado del cargo más importante. ¡Churchill, Petro y la tentación de guerra!

La lección política que dejó es clara: la guerra no garantiza votos o triunfo electoral. Aunque algunos líderes se esfuercen en enarbolar banderas patrióticas en momentos de tensión, el cálculo político que busca explotar el estado emocional de la gente rara vez produce beneficios en el tiempo. El patriotismo populista de ocasión, cuando es percibido como una maniobra, suele tener corta vida.  

Hoy, en pleno siglo XXI, vemos intentos similares. El presidente colombiano, Gustavo Petro, recurrió recientemente a un discurso populista de defensa soberana que, para algunos analistas, es más un intento de desviar la atención de las protestas ciudadanas que enfrenta su gobierno al nivel de desaprobación. Sin embargo, en tiempos de redes sociales, donde la ciudadanía no solo recibe información sino que también se vuelve emisor, las viejas consignas patrioteras llegan como consigna debilitada. El agenda setting, esa capacidad de enmarcar la conversación pública entra en duda cuando el público puede cuestionar todo lo que hacen y deja de hacerlos políticos.  

Las guerras y las tensiones diplomáticas activan emociones en la población. Pero, como toda espuma emocional, lo que sube rápido baja tarde o temprano. Cuando el contexto se enfría, las prioridades vuelven a su cauce normal y temas como la economía, seguridad ciudadana, empleo, salud o educación se ponen en agenda política. Tal vez esa fue la razón por la que el electorado británico, agradecido, pero con muchas dudas y pragmatismo, decidió no ratificar a Churchill. Al final, comprendieron que, más allá de las victorias militares, la guerra deja un saldo inevitable de destrucción social y económica en el inconsciente colectivo. 

La historia se repite para quienes olviden rápido, jamás los tambores de guerra pueden sustituir las demandas sociales y preocupaciones de la gente. Y, como lección política de Churchill, por más trascendental que sea la batalla política, la opinión final a favor o en contra lo dará la opinión pública. ¡Churchill, Petro y la tentación de guerra!

Domingo, 10 de agosto del 2025
Diario Correo

¿Y si Dina Boluarte tenía razón?

¿Y si Dina Boluarte tenía razón? 

El mensaje presidencial de Dina Boluarte por fiestas patrias no solo llamó la atención por su duración de más de cuatro horas, sino por su discurso que marca un claro deslinde con la narrativa de “lucha de clases” que en su momento enarboló Pedro Castillo y el partido Perú Libre. La presidenta, en tono triunfalista, aseguró que evitó que el Perú se convirtiera en Estados fallidos como Venezuela, Cuba o Bolivia, con ello, implícitamente, salvo a ricos y a pobres. ¿Y si Dina Boluarte tenía razón?

Esta declaración revela un cambio en su discurso político. Mientras Pedro Castillo agitaba banderas de lucha entre ricos y pobres durante la campaña electoral, Dina Boluarte se presenta como una gobernante que se mantuvo como un muro de contención frente al fracaso de gobiernos de inspiración de socialismo del siglo XXI.  

El discurso tuvo como objetivo reposicionar su liderazgo desde una mirada racionalidad de pragmatismo político, acosta de distanciarse aún más de sus vínculos con los sectores populares y de izquierda que en su momento le dieron su respaldo. 

Sin embargo, los altos niveles de desaprobación presidencial que reflejan en las encuestas, la ciudadanía no se ha volcado a las calles para sacar a Dina Boluarte. ¿Resignación? ¿O un cálculo político silencioso? Lo cierto es que esta apatía de la gente contrasta con el discurso apocalíptico que muchos políticos y periodistas sostienen, mientras la presidenta capitaliza esa estabilidad como un logro de su gobierno. 

Y aunque esas declaraciones encendieron alguna alerta diplomática como la rápida reacción del presidente boliviano Luis Arce, en la política peruana Dina Boluarte parece navegar con cierta comodidad entre varios terrenos: el rechazo social que no llega a traducirse en movilización en las calles, y el respaldo tácito del parlamento y sectores empresariales que valoran más la calma macroeconómica que la legitimidad política. 

En el fondo, la presidenta ha lanzado un mensaje incómodo para los que la ayudaron a llegar al poder y, por otro lado, manifiesta que con un liderazgo débil puede sostenerse si logra mantener estable el sistema económico peruano. En otras palabras, Dina Boluarte salvó aparentemente al país de la lucha de clases. Y, logró que ricos y pobres, por diferentes razones, no sientan aún la necesidad de derrocarla.

Domingo, 3 de agosto del 2025
Diario Correo

El adversario oculto 

En la política actual, los enemigos no necesariamente se muestran de manera directa o frontal. No organizan manifestaciones en plazas ni confrontan abiertamente en medios de comunicación. Son más bien políticos que operan desde las sombras, utilizan las cuotas de poder que les otorga el Estado para maniobrar, presionar y, sobre todo, preparar el terreno para su propia carrera electoral. Ellos son los adversarios ocultos. ¿Quién es el adversario oculto?

La presidenta Dina Boluarte se encuentra en una paradoja política. No tiene partido ni musculo político propio, bancada parlamentaria ni base militante que la defienda en las calles. Y, sin embargo, continúa al mando. ¿Cómo lo hace? Su estabilidad no se sostiene en convicciones políticas o legitimidad popular, sino en una alianza táctica con varias fuerzas políticas que la sostienen y también la utilizan. 

Fuerza Popular, Perú Libre, Acción Popular y Alianza para el Progreso conforman este conglomerado que le permite a la mandataria resistir. El precio, claro está, espacios de poder en ministerios y demás favores. No hay lealtad, lo que existe es una calculada oportunidad política. 

La conformación de la actual Mesa Directiva del Congreso (2025 – 2026) es una fotografía perfecta de esa alianza táctica: José Jerí (Somos Perú), Fernando Rospigliosi (Fuerza Popular), Waldemar Cerrón (Perú Libre) e Ilich López (Acción Popular). Partidos enfrentados en campaña, pero ahora vuelan juntos. Sin embargo, hay un detalle que no pasa desapercibido: Alianza para el Progreso de César Acuña está ausente. ¿Retiro táctico? ¿Distancia preelectoral? 

Tal parece que César Acuña, líder de APP, ha comprendido que mantener distancia al gobierno de Boluarte podría ser conveniente para sus aspiraciones en el 2026. Y, por ahora, mejor dejar que los demás se desgasten o se quemen mientras él construye una narrativa o discurso político de oposición al gobierno central. 

Los verdaderos adversarios de Dina Boluarte, entonces, no son los que la critican en los medios ni los que marchan en su contra. Son aquellos que dicen respaldarla mientras se posicionan para el futuro. Usan su gobierno como plataforma electoral, pero no dudarán en dejar caer la guillotina cuando les convenga. Son los que trabajan y atacan por los flancos, los que callan mientras obtienen prebendas, los que golpean sin dar la cara. ¿Quién es el adversario oculto?

Domingo, 27 de julio del 2025
Diario Correo

Ataque a los trenes de Porky