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Políticos desechables y marca política

Los productos se crean en las fábricas, pero las marcas se construyen en la mente de los consumidores. Lo mismo ocurre en política: la imagen de un candidato no se forja solo con discursos y promesas, sino con la percepción que la ciudadanía tiene de él. De cara a las elecciones del 2026 en Perú, donde se elegirán presidente, gobernadores regionales y alcaldes, la pregunta clave es: ¿Qué tan sólida es la marca de quienes aspiran a un cargo público? ¡Políticos desechables y marca política!

No todos los que postulan y ganan una elección logran construir una imagen positiva ante los electores. Muchos parecen olvidar que la política no es solo llegar al poder, sino mantenerse con credibilidad. Una vez en el cargo, algunos políticos se rodean de aduladores y se alejan de la ciudadanía que los eligió, olvidan que la gente quiere vivir la experiencia de la promesa electoral. La desconexión con su base es el inicio de su deterioro.

El ciclo de la ambición política es predecible: el regidor quiere ser alcalde, el alcalde distrital quiere ser provincial, y el provincial aspira a la gobernación regional. Sin embargo, antes de embarcarse en una nueva candidatura, deberían preguntarse: ¿cómo me percibe la gente? ¿Cuál es mi nivel de aprobación o rechazo? ¿Me conocen realmente como candidato? La realidad podría ser un golpe inesperado, porque la gente no pasa sus días en saber lo hacen y dejan de hacer los políticos.

Los electores de hoy son volátiles, influenciados por la inmediatez de las redes sociales. Consumen líderes como un chicle: los prueban, los mastican y, cuando pierden el sabor, los desechan sin miramientos. La política es efímera, y quien no comprenda la importancia de gestionar su marca con autenticidad y cercanía está condenado a la irrelevancia. En este nuevo escenario, solo quienes logren construir una conexión genuina con la ciudadanía podrán evitar convertirse en otro político desechable.

Domingo, 3 de marzo del 2025

Criptomonedas y poder político de Milei

Moisés Naím tiene razón al decir que el poder es cada vez más fácil de obtener, difícil de retener y más fácil de perder. Javier Milei es un ejemplo claro de esta dinámica: sin una trayectoria política tradicional, irrumpió en la escena argentina con un discurso disruptivo que lo llevó a la presidencia en su primer intento, venciendo al “kirchnerismo”, una importante fuerza política e histórica en el país. ¡Criptomonedas y poder político de Milei!

Su ascenso estuvo marcado por una estrategia de comunicación polarizante, identificó a un enemigo común: “la casta política”. En un contexto de hiperinflación y crisis económica, los electores argentinos vieron en él una alternativa radical de cambio. Su estilo irreverente y su forma de comunicar lo convirtieron en una figura mediática en redes sociales que traspasó las fronteras de Argentina, convirtiéndose en un fenómeno político global.

Sin embargo, el poder político basado en la imagen y la comunicación digital es volátil. Milei, acostumbrado a utilizar las redes sociales como una extensión de su poder, se vio envuelto en un escándalo internacional tras promocionar una criptomoneda denominada «$LIBRA» en su cuenta de Twitter. La criptodivisa experimentó un rápido repunte seguido de una abrupta caída piramidal, dejando a cientos de inversionistas con pérdidas millonarias y una percepción de estafa financiera digital que contó con el auspicio promocional de un presidente argentino.

Este episodio podría marcar un punto de inflexión en su gobierno. Más allá de las posibles consecuencias legales, el mayor riesgo para Milei es la erosión de su credibilidad. Su base de apoyo, sustentada en la percepción de que es un líder antisistema, transparente y que solucionará la crisis económica termina en un escándalo financiero que podría comenzar a tambalearse si el escándalo continúa expandiéndose. En la política digital, la popularidad puede esfumarse con la misma rapidez con la que se construye.

El escándalo de la criptomoneda de Milei nos muestra que los líderes que dependen en exceso de su imagen pueden ser arrastrados por sus propios errores. En el caso de Milei, su gran desafío será demostrar que su gobierno no es solo una narrativa mediática en redes sociales, sino una gestión sólida capaz de resistir las tormentas que inevitablemente llegan con el ejercicio del poder.

Domingo, 23 de febrero del 2026

Quizás de viejo no tendrás empleo

La posibilidad de que en el futuro no tengamos empleo tal como lo conocemos es una idea que cada vez resuena con mayor fuerza. Yuval Noah Harari, en su libro «21 Lecciones para el siglo XXI», plantea una interrogante inquietante: “Cuando te hagas mayor, puede que no tengas empleo”. Si bien podría parecer una profecía apocalíptica, su advertencia invita a una reflexión urgente sobre el impacto de la tecnología en el mundo laboral. ¡Quizás de viejo no tendrás empleo!

Desde la Revolución Industrial, la mecanización ha desplazado a los trabajadores en tareas que requieren fuerza física. Sin embargo, hasta ahora, las habilidades cognitivas —aprender, analizar, comunicar y comprender emociones— han sido la diferencia humana frente a las máquinas. Pero con la irrupción de la inteligencia artificial (IA), esta ventaja se ve amenazada. La IA no solo ejecuta tareas repetitivas, sino que aprende, predice y toma decisiones con una precisión que pone en jaque a muchas profesiones.

Ya circulan en el mundo vehículos sin conductor, lo que sugiere que en poco tiempo el trabajo de taxistas y choferes podría extinguirse. Los vehículos eléctricos revolucionan la industria automotriz. ¿Se reducirá la demanda de mecánicos tradicionales? En el comercio, las empresas tienen en frente a un consumidor digital, donde se requiere cajeros automáticos y los sistemas de pago digital como “Yape” o “Plin” han transformado la manera en que consumimos, minimizando la interacción humana en las transacciones.

Sin embargo, a pesar de la automatización creciente, hay algo que la tecnología aún no ha logrado replicar a cabalidad: la necesidad humana de contacto genuino. Miradas, sonrisas, olores, gestos y la comunicación no verbal siguen siendo aspectos clave en la interacción cotidiana. La tecnología puede optimizar procesos, pero la conexión emocional sigue siendo un factor insustituible.

La pregunta no es si los empleos desaparecerán, sino cuáles se transformarán y cuáles surgirán. La adaptabilidad será la clave. La educación y la capacitación continua serán fundamentales para enfrentar un mercado laboral en constante evolución. En un mundo donde las máquinas aprenden a hacer nuestro trabajo, la mejor estrategia es aprender a hacer aquello que las máquinas aún no pueden. Por un momento pensemos en lo que habrán sentido los cocheros de carruajes a caballos cuando apareció los automóviles.

Domingo, 16 de febrero del 2025 

Violencia e indiferencia política

Violencia e indiferencia política

En el Perú de hoy, la inseguridad ha dejado de ser una preocupación para convertirse en una condena cotidiana. Mientras las audiencias televisivas migran al streaming, las pantallas de señal abierta insisten en retratar un país sumido en la violencia, donde la extorsión y el sicariato se vuelve cotidiano. ¡Violencia e indiferencia política!

No es una exageración: cada amanecer llega acompañado de una nueva tragedia, de un nuevo crimen impune que nos recuerda que las calles ya no pertenecen a los ciudadanos, sino a la delincuencia organizada. Solamente en enero, el Sistema de Información de Defunciones (SINADEF) reportó una cifra récord de 234 muertes por homicidio.

El terror ya no viene de la mano de grupos ideológicos como Sendero Luminoso, sino de bandas que han encontrado en la extorsión su mejor negocio. Pequeños y medianos empresarios, comerciantes de mercados y emprendedores de barrios populares como Huaycán en Lima, viven con el miedo de ser la próxima víctima. El Estado de Emergencia, decretado con bombos y platillos, se ha convertido en un adorno burocrático que no ha conseguido frenar la ola de criminalidad que devora al país.

Perú es un país que presume de estabilidad económica y de un modelo de libre mercado que fomenta el emprendimiento. Sin embargo, esa libertad económica choca de frente con la realidad: los peruanos se arriesgan a levantar negocios solo para ser perseguidos por el hampa, mientras el gobierno de Dina Boluarte observa con pasividad. La incertidumbre no solo es económica, sino también social. ¿De qué sirve tener oportunidades de progreso si el precio a pagar es la vida?

La clase política parece no entender la magnitud del problema. Desde el Ejecutivo hasta el Congreso, las respuestas son lentas, insuficientes o simplemente inexistentes. Esta indiferencia tendrá un costo en las urnas. Así como en 2021 la población votó más por rechazo que por convicción, en la próxima elección el desencanto podría inclinar la balanza hacia opciones más radicales. El hartazgo es el mejor combustible para discursos autoritarios y soluciones populistas que, aunque peligrosas, se presentarán como la única alternativa ante un Estado que ha renunciado a su deber de proteger.

El Perú que deja Dina Boluarte no es solo un país golpeado por la crisis política y la corrupción. Es un país donde la violencia ya no es noticia, sino rutina; donde el miedo ha sustituido a la esperanza y donde el próximo líder podría no llegar por sus méritos, sino por el fracaso de quienes hoy gobiernan. La indiferencia tiene consecuencias, y la factura política está por llegar con aroma populista. ¡Violencia e indiferencia política!

Domingo, 9 de febrero del 2025

Viento ideológico a la derecha