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La política normaliza la corrupción

Según reportes de la Defensoría del Pueblo, trece gobernadores regionales recientemente electos tienen procesos por presuntos delitos de corrupción. Es decir, más de la mitad de los flamantes gobernantes, que ya fueron elegidos, tendrán que desfilar por pasillos de audiencias judiciales. Y eso que falta todavía definir la segunda vuelta para saber cuántos en total tienen o tendrán problemas con la justicia.

¿A caso la política peruana se acostumbró a convivir con la corrupción? ¿Es posible que los electores normalizan la corrupción? La percepción de la población es que ocho de cada diez peruanos consideran que los políticos son corruptos, y lo particular es que a pesar de esa mochila pesada igual los eligen mediante elección popular como lo que sucedió con el último proceso electoral.

Por consiguiente, no sorprenderá que luego de juramentar al cargo como nuevos gobernantes y debido a su ineficacia de gestión comenzará el proceso en desaprobación y, de hecho, en el corto tiempo, la confirmación de la sospecha de que la motivación de los políticos para llegar al poder fue para administrar circunstancias pasajeras y si se puede o quiere intentar dar soluciones a los problemas de la población.  

¿La política como botín? Si la vieja forma de hacer política era la consigna que copar el Estado con el carnet partidario, en tiempos de redes sociales tales errores o delitos son observados en cualquier momento. Entre otras cosas, debido al poder comunicacional cada vez más horizontal de las redes sociales los gobernantes tienen poco margen para ocultar sus maniobras de corrupción. ¿A caso no es lo que le sucede a Pedro Castillo?

Sin embargo, muy a pesar de los indicios de corrupción que enfrenta el gobierno del presidente Pedro Castillo, a la población parece no importarle mucho, por lo menos, es lo que refleja la última encuesta de Ipsos Perú donde la aprobación presidencial subió de 23 a 26% entre setiembre y octubre.

Domingo, 30 de octubre del 2022

La prensa de cada día que no me gusta

El presidente Pedro Castillo una vez más culpó al sistema de medios de comunicación por su desgracia política. “Esta prensa que no le sirve al país usa las condicionales “habría”, “sería”, “Podría”, para esconder su verdadero objetivo de deslegitimar y normalizar una imagen negativa mía ante el pueblo peruano”, refirió.

Y, en otra presentación volvió a acusar a la prensa: “Esos son los medios de comunicación que están sesgados, para mentirle al país coludidos con un grupo de poder que ha mancillado al pueblo peruano, un grupo de poder que no luchó por los verdaderos hombres y mujeres del país, y que están coludidos para sacar lo que quieren, coludidos para forzar la independencia de poderes”.

El presidente Castillo quizás olvida que los pueblos tienen los gobernantes que se merecen y también al sistema de prensa que merece. Sin embargo, el mandatario peruano que navega en altos niveles en desaprobación presidencial (67% de rechazo) insiste en que la culpa no es de su gobierno sino de fuerzas externas que no quieren el progreso y desarrollo del país. ¡Nada más inexacto y provocador!

Es cierto que el sistema de medios de comunicación juega un rol protagónico en la vida democrática de los países, también es posible que visibiliza su actitud como actor político en defensa de sus intereses. No comprender tal dimensión política de los medios de comunicación es ciertamente ingenuidad política.

Ahora bien, los políticos se enfrentan a una batalla política donde sus adversarios no saldrán a regalarle halagos y flores. Todo lo contrario, los enemigos no perderán la oportunidad para organizar y conspirar con sus ejércitos invisibles: la información. No obstante, la sociedad de masas avanza en un proceso inevitable de atomización política que individualiza cada día más a los seres humanos y los volvió menos manipulables como en otros tiempos. ¡No se dejen engañar, los medios informan lo que los políticos dejan en su paso!

Domingo, 23 de octubre del 2022

El silencio de la calle

Apenas terminó el proceso electoral municipal y regional para que una vez más la mirada de los peruanos se centre en los vericuetos del sinuoso gobierno del presidente Pedro Castillo. Y, mientras la administración gubernamental atraviesa por altos niveles de estrés político y mediático, la opinión pública observa con desencanto la promesa electoral defraudada a poco más de un año de asumir el cargo.

Cada semana aparece un nuevo acontecimiento que visibiliza más indicios de corrupción al más alto nivel del gobierno central, sin embargo, pareciera que la indignación ciudadana observa de reojo los acontecimientos políticos como si se tratara temas de otro país. ¿Tan superficial resultó la sanción política para quien defrauda la confianza popular? ¿Por qué la ciudadanía no sale masivamente a la calle para provocar la dimisión del cargo tal como ocurrió en contra de Alberto Fujimori, Pedro Pablo Kuczynski o Manuel Merino?

Será posible que las acusaciones políticas en el caso de PPK, Martin Vizcarra o incluso a Manuel Merino fueron más consistentes o no son comparables con lo que se le acusa a Pedro Castillo, y es por esa razón que la protesta ciudadana no está masivamente en la puerta de Palacio de gobierno.

Es cierto, que la ciudadanía respira su propia atmosfera política que por lo general se ubica muy distante del “círculo rojo” donde políticos, analistas y periodistas desearían su presencia para lograr incidencia política. Es decir, la población peruana vive el proceso político en medio de enfrentamientos y artillerías mediáticas que van en distinta dirección muy al margen de la protesta ciudadana. ¡Nada o muy poco importa la pelea de los políticos!  

El silencio de la calle o la pasividad ciudadana ya es una respuesta política. Sin embargo, los políticos de izquierdas a derechas con sus respectivas variantes ideológicas deberían comprender que ese silencio tiene voz propia y que podría alimentar una combustión social para encenderse en cualquier momento y ante una simple chispa.

Domingo, 16 de octubre del 2022

Ganó votos blancos, nulos y ausentismo

El economista Zósimo Cárdenas ganó la elección para gobernador regional de Junín con el 27% de votos emitidos. Es decir, el movimiento político que llevó como símbolo a la naranja obtuvo el respaldo de más de 200 mil electores, y claro que en la sumatoria de votos válidos lograron superar el 34% con lo cual evitaron pasar a la segunda vuelta. Atrás quedará aquel recuerdo del tercer lugar, en el proceso electoral del 2018, cuando obtuvieron poco más de 92 mil votos.

Sin embargo, ganar una elección con menos del 50% de respaldo electoral es poner en riesgo el proceso de gobernabilidad que tanto necesita la democracia peruana. Tener respaldo ciudadano del 34% significa que solo tres de cada diez electores respaldaron a la naranja. En ese contexto político, es indispensable tener una visión de construcción de consensos para adquirir legitimidad política.

El Perú, es uno de los países en latinoamérica donde los electores desconfían más de los partidos políticos. Los márgenes de legitimidad política o respaldo popular van muy por debajo de la mitad más uno. Es decir, casi como una maldición, al día siguiente que un partido político gana una elección comienza el inicio del fin de su proceso histórico de marca política.

¡Ganaron los votos blancos, nulos y ausentismo! Los votos blancos y nulos suman el 20% y si observamos que el 25% de electores no asistieron a las urnas, tenemos como consecuencia que un total del 45% de ciudadanos no respaldaron ninguna opción política.

En conclusión, tendremos un próximo gobierno regional que navegará con una bandera del 34% de respaldo ciudadano. Es muy posible que al no ir a una segunda vuelta se evitó circunstancialmente fortalecer al ganador para incrementar sus niveles de legitimidad política que tanto necesitará para gobernar.

Domingo, 09 de octubre del 2022