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La prensa de cada día que no me gusta

El presidente Pedro Castillo una vez más culpó al sistema de medios de comunicación por su desgracia política. “Esta prensa que no le sirve al país usa las condicionales “habría”, “sería”, “Podría”, para esconder su verdadero objetivo de deslegitimar y normalizar una imagen negativa mía ante el pueblo peruano”, refirió.

Y, en otra presentación volvió a acusar a la prensa: “Esos son los medios de comunicación que están sesgados, para mentirle al país coludidos con un grupo de poder que ha mancillado al pueblo peruano, un grupo de poder que no luchó por los verdaderos hombres y mujeres del país, y que están coludidos para sacar lo que quieren, coludidos para forzar la independencia de poderes”.

El presidente Castillo quizás olvida que los pueblos tienen los gobernantes que se merecen y también al sistema de prensa que merece. Sin embargo, el mandatario peruano que navega en altos niveles en desaprobación presidencial (67% de rechazo) insiste en que la culpa no es de su gobierno sino de fuerzas externas que no quieren el progreso y desarrollo del país. ¡Nada más inexacto y provocador!

Es cierto que el sistema de medios de comunicación juega un rol protagónico en la vida democrática de los países, también es posible que visibiliza su actitud como actor político en defensa de sus intereses. No comprender tal dimensión política de los medios de comunicación es ciertamente ingenuidad política.

Ahora bien, los políticos se enfrentan a una batalla política donde sus adversarios no saldrán a regalarle halagos y flores. Todo lo contrario, los enemigos no perderán la oportunidad para organizar y conspirar con sus ejércitos invisibles: la información. No obstante, la sociedad de masas avanza en un proceso inevitable de atomización política que individualiza cada día más a los seres humanos y los volvió menos manipulables como en otros tiempos. ¡No se dejen engañar, los medios informan lo que los políticos dejan en su paso!

Domingo, 23 de octubre del 2022

El silencio de la calle

Apenas terminó el proceso electoral municipal y regional para que una vez más la mirada de los peruanos se centre en los vericuetos del sinuoso gobierno del presidente Pedro Castillo. Y, mientras la administración gubernamental atraviesa por altos niveles de estrés político y mediático, la opinión pública observa con desencanto la promesa electoral defraudada a poco más de un año de asumir el cargo.

Cada semana aparece un nuevo acontecimiento que visibiliza más indicios de corrupción al más alto nivel del gobierno central, sin embargo, pareciera que la indignación ciudadana observa de reojo los acontecimientos políticos como si se tratara temas de otro país. ¿Tan superficial resultó la sanción política para quien defrauda la confianza popular? ¿Por qué la ciudadanía no sale masivamente a la calle para provocar la dimisión del cargo tal como ocurrió en contra de Alberto Fujimori, Pedro Pablo Kuczynski o Manuel Merino?

Será posible que las acusaciones políticas en el caso de PPK, Martin Vizcarra o incluso a Manuel Merino fueron más consistentes o no son comparables con lo que se le acusa a Pedro Castillo, y es por esa razón que la protesta ciudadana no está masivamente en la puerta de Palacio de gobierno.

Es cierto, que la ciudadanía respira su propia atmosfera política que por lo general se ubica muy distante del “círculo rojo” donde políticos, analistas y periodistas desearían su presencia para lograr incidencia política. Es decir, la población peruana vive el proceso político en medio de enfrentamientos y artillerías mediáticas que van en distinta dirección muy al margen de la protesta ciudadana. ¡Nada o muy poco importa la pelea de los políticos!  

El silencio de la calle o la pasividad ciudadana ya es una respuesta política. Sin embargo, los políticos de izquierdas a derechas con sus respectivas variantes ideológicas deberían comprender que ese silencio tiene voz propia y que podría alimentar una combustión social para encenderse en cualquier momento y ante una simple chispa.

Domingo, 16 de octubre del 2022

Ganó votos blancos, nulos y ausentismo

El economista Zósimo Cárdenas ganó la elección para gobernador regional de Junín con el 27% de votos emitidos. Es decir, el movimiento político que llevó como símbolo a la naranja obtuvo el respaldo de más de 200 mil electores, y claro que en la sumatoria de votos válidos lograron superar el 34% con lo cual evitaron pasar a la segunda vuelta. Atrás quedará aquel recuerdo del tercer lugar, en el proceso electoral del 2018, cuando obtuvieron poco más de 92 mil votos.

Sin embargo, ganar una elección con menos del 50% de respaldo electoral es poner en riesgo el proceso de gobernabilidad que tanto necesita la democracia peruana. Tener respaldo ciudadano del 34% significa que solo tres de cada diez electores respaldaron a la naranja. En ese contexto político, es indispensable tener una visión de construcción de consensos para adquirir legitimidad política.

El Perú, es uno de los países en latinoamérica donde los electores desconfían más de los partidos políticos. Los márgenes de legitimidad política o respaldo popular van muy por debajo de la mitad más uno. Es decir, casi como una maldición, al día siguiente que un partido político gana una elección comienza el inicio del fin de su proceso histórico de marca política.

¡Ganaron los votos blancos, nulos y ausentismo! Los votos blancos y nulos suman el 20% y si observamos que el 25% de electores no asistieron a las urnas, tenemos como consecuencia que un total del 45% de ciudadanos no respaldaron ninguna opción política.

En conclusión, tendremos un próximo gobierno regional que navegará con una bandera del 34% de respaldo ciudadano. Es muy posible que al no ir a una segunda vuelta se evitó circunstancialmente fortalecer al ganador para incrementar sus niveles de legitimidad política que tanto necesitará para gobernar.

Domingo, 09 de octubre del 2022

Durará muy poco el romance electoral

Es verdad que el resultado del proceso de elecciones regionales y municipales no será del agrado de todos. Definitivamente, habrá quienes ganan y pierden la elección popular. Sin embargo, la vida tiene que continuar y el río seguir su cause.

Casi en la totalidad de los  procesos electorales se deja muchas heridas abiertas entre los candidatos y, sobre todo, en los equipos de campaña. Porque si los golpes fueron certeros y profunda la herida, las personas afectadas difícilmente superarán lo acontecido e incluso tardarán en lamerse las heridas para afrontar una próxima campaña electoral.

Después de una batalla electoral, habrá quienes festejarán por el triunfo y otros buscarán refugio en los brazos de la perseverancia como excusa emocional hasta el próximo proceso. ¡Algo muy importante! En la ley divina, el hombre propone y Dios dispone.

No faltarán los que no lograron el triunfo y  decidirán alejarse de la política para retornar a sus lugares de origen o a su  estado de confort. Decidir ingresar al terreno pantanoso de la política es comprender que hacer política es muy difícil. También es posible que la experiencia sea desagradable y muy intensa por el fuego cruzado de los ataques políticos que vienen y van en distinta  dirección.

¡Recuerden! Especialmente para los que consiguen el triunfo, al día siguiente de la elección comienza sus problemas. Es decir, si el candidato ganador tiene defectos psicológicos de hiper-personalización sus problemas se incrementarán porque la gente los culpará por todo y por todos. Es más, no cumplir con lo prometido es camino directo al despeñadero político. Una de las primeras medidas después del triunfo electoral es priorizar el orden de las promesas de campaña para cumplirlas. En estos tiempos, el romance electoral dura muy poco. La gente se volvió más impaciente y exige resultados concretos en el corto plazo. ¿Lo dudan? Miremos la desaprobación presidencial de Pedro Castillo.

Domingo, 02 de octubre del 2022