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De lo malo, lo bueno

No hay mal que por bien no venga, reza el refrán. En los últimos días se desató un encendido debate (por lo menos así se notó en redes sociales), en relación a la estrepitosa salida del inefable periodista, Philliph Butters de Radio Capital. Para muchos cibernautas, su separación fue una medida ejemplar a su bravuconería en contra de la “ideología de género”. Sin embargo, para otros, significaba incluso un atentado a la libertad de expresión debido a la presión económica de los auspiciadores.

Y para dolor de cabeza de sus detractores, Butters estará de regreso en otra emisora radial y posiblemente en un canal de televisión. Sin duda, sus detractores le pusieron demasiados reflectores al punto de victimizarlo y ponerlo en vitrina. No olvidemos, que un personaje mediático es un activo político y comercial, y por ende, rentable para algunos intereses.

Cuidado, Donald Trump, se hizo presidente de EE. UU. no como político, sino como un pintoresco personaje de televisión. A la vitrina que coyunturalmente tiene Butters, hay que recordar que la política es mucho más que reflectores, porque cuando estos pierden su luminosidad; se apagan y se queda a oscuras y la caída suele ser aún más dolorosa.

De lo malo, lo bueno. César Hildebrandt (años que no está en televisión), Rosa María Palacios y su salida de América Televisión, Augusto Álvarez Rodrich de Perú 21 y Aldo Mariátegui de Correo, son algunos periodistas que encallaron al frente de un medio de comunicación. ¿Cuál fue el motivo?, aparentemente algún tipo de presión económica u política. ¿Pero ellos lograron voltear la página?

Domingo, 12 de marzo de 2017

Enemigos de la pequeña inversión


Un transportista me comenta; “nosotros consumimos mucho combustible y de ahí se genera impuestos para mover la economía y hacer obras. Ponemos nuestra herramienta de trabajo para liberar al Estado de darnos empleo”. Sin embargo, es el mismo Estado que a través de sus autoridades locales se convierten en enemigos de la pequeña inversión.

El reclamo  es cotidiano. Y por supuesto que lo es, algunos alcaldes se convierten en enemigos de la pequeña inversión (como el comerciante o transportista) y casi nunca de los grandes capitales, a ellos van con loas, zalamería al punto de perder su identidad ideológica, si la tienen. Muchos con cierto tino se reducen a estirar la mano en el momento propicio. Y otros, están más preocupados por su futuro político que por mejorar la transitabilidad de sus calles. Ilusos, su miopía política les impide ver que, solucionando esos temas recurrentes podrían conectarse mejor con su electorado. En fin, ellos mismos se disparan a los pies.

En Huancayo, El Tambo y Chilca, solamente basta con hacer un breve recorrido por algunas calles para comprobar la calidad de pistas que hay. Las calles, que deberían ser el principal reflejo de cómo está organizada urbanísticamente una ciudad, muestra en todo su esplendor el nivel de autoridades que se tiene. La evidencia; son los desniveles que en cada paño de concreto existe, innumerables baches y rompemuelles que están por todas partes, dando la bienvenida a nuestros visitantes o los que ozan transitar. Y claro, con palo al transportista que día a día ve que su herramienta de trabajo se deteriora.

Domingo, 05 de marzo de 2017

Los millennials tienen la palabra

Toda esta turbulencia de corrupción, casi generalizada que sacude a nuestro país, supone varias aristas para poner en debate, analizar sus consecuencias e invitar a su discusión. Por lo menos, esa debe ser una responsabilidad de aquellos que están en medios de comunicación. No solamente ser caja de resonancia de hechos noticiosos. La comunicación también es una lucha de ideas y posiciones. Nuestra clase política y periodística está herida y esperemos que no sea de muerte.

Pero peor aún, si el caso Odebrecht es un tema nacional con connotación internacional. Ese tipo de latrocinios se da también a nivel regional y local (hay que denunciar todo indicio, callar sería ser cómplice), no olvidemos que varios expresidentes regionales están o estuvieron presos por corrupción. Digámoslo claro, el sistema de administración pública está corroído por la corrupción. Llegamos a un nivel inconmensurablemente de sospecha de todos aquellos que ingresan a la política. Y eso, no es un buen síntoma social.

Sobre el tema en discusión, los nativos digitales tienen la palabra. Son los Millennials, aquellos nacidos entre 1981 y 1995 (tienen entre 20 y 37 años) y su principal característica es que nacieron en una era digital (un dispositivo móvil es casi una extensión de su cuerpo), críticos y exigentes (valoran de sobremanera su libertad y la experiencia, si algo no les gusta, se van o cambian de razonamiento). Ellos, son los que decidirán los cambios políticos, sociales y económicos para nuestro futuro. ¿Cómo enfrentarán a la corrupción? ¿Serán aún más tolerantes? ¿Fomentarán algún quiebre social?

Domingo, 26 de febrero de 2017

¿Hay responsabilidad política?

A estas alturas ya está expedida la captura internacional al expresidente, Alejandro Toledo. Y es posible que tal medida legal no culmine solamente en él. Sí, es cierto, es muy doloroso ver como se desangra nuestra clase política por los escándalos de corrupción que día a día se revelan en el caso #odebrecht.

Empero, e independientemente de lo que devendrá el curso legal a cada uno de los procesados o implicados (algunos más que otros) por diferentes casos de corrupción, y sin temor a equivoco, creo que existe un fuerte componente de responsabilidad política muy difícil de eludir, que los obliga a dar un paso al costado. La población no los perdonará.

No solamente en el Perú, sino en varios países de Latinoamérica la democracia está quedando herida. Afortunadamente, no estamos en la década de los ochenta, porque de lo contrario ya se habría encendido la chispa para una convulsión social. La renovación de actores políticos es un imperativo social en estos momentos. ¡Que sean otros los que conduzcan nuestros destinos!

Claro, el riesgo es alto de que los nuevos políticos también sean pasibles de los viejos vicios de corrupción, “…pero ni modo, con estos bueyes tenemos que arar”. En democracia, logramos ponernos de pie frente al terrorismo. Sin duda, es necesario un recambio en la clase política, pero de nada servirá sino se fortalece aún más la institucionalidad en nuestro país. Que las instituciones no pesen por personas, sino por su propia fuerza interior; desde los partidos políticos hasta los tres poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial). No pretendamos llegar a una noche de los cristales rotos.

Domingo, 12 de febrero de 2017